Fotografía

Hay una grieta en todo, así es como entra la luz

No me interesan los pedestales inmóviles de la composición y las reglas del arte (juego). A veces escupirle a los monumentos fijos de las grandes figuras y de lo preestablecido es también pulirlos un poco y sacudirles el polvo de lo permanente.

Me gusta llevar a los límites a la cámara y al juego hasta que surja lo improvisto.
Los últimos artefactos fotográficos con sus respectivas y predecibles innovaciones, sus grandes megapixeles y el plástico negro con el que están hechas me tienen sin cuidado. Lo que hace el influencer y los drones con su molde absurdo me resulta sin importancia.

Decidí alejarme de las grandes ciudades y dejar la fotografía de sociales para el no tan glamuroso arte de mirar al suelo: la hojarasca que es vida y en las ciudades considerada «basura» que afea las aceras grises.
No me interesan las fotos ni las cosas perfectas: en la fragilidad del instante y de lo cotidiano suele esconderse la magia.

Hay una grieta en todo, así es como entra la luz

Esa frase de Leonard Cohen entró de inmediato a mi cabeza al prestar mi atención al forraje del suelo y encontrar una hoja a punto de quebrarse con la luz de la mañana directo en la fisura.

El instante en sí era frágil porque la luz no iba a permanecer muchos minutos así, porque si mi atención hubiera estado en otro punto mi bota hubiera terminado de quebrar la hoja, otra mirada hubiera visto en ese instante el árbol de donde cayó la hoja y otra persona hubiera reparado en el azul del cielo de esa mañana, o en el sonido de un ave. Lo frágil, lo herido, lo efímero y agrietado permite que entre la luz y hay que estar listos para verlo.

Cúmulo de contradicciones. Aprendí a andar en bicicleta a los 23 años. Tengo un burro de mascota. Aficionado al café, las montañas, la naturaleza, la cerveza y la lectura. Hago fotografías cada que puedo.

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