Fotografía

Sobre la nariz de buda, korda y la nuestra.

Por defecto de diseño nuestros ojos siempre miran una buena parte de nuestra nariz, o eso es lo que debería de pasar, sin embargo el cerebro aprende a ignorarla por no ser de vital importancia. Basta con cerrar uno de nuestros ojos y el relieve aparece. Hay gente que medita poniendo toda su atención en su nariz y hay quienes por lo antes mencionado jamás se percatan de ella hasta que se miran en el espejo.

Ya he hablado antes del fallo de la máquina y ahora quiero centrar nuestra atención en el fallo de nuestra mirada: La filtración de luz inesperada en el cuadro meticulosamente elegido, la sombra inmiscuida en el plano seleccionado. La realidad y el azar colándose en lo retratado.

Perderíamos la cabeza o el juicio obsesionándonos todo el tiempo con ver nuestra nariz y seguramente ocurriría un accidente fatal al no ver lo que nos rodea por vernos las narices.

Una monja que buscaba la iluminación, hizo una estatua de Buda y la recubrió con chapa de oro. A cualquier sitio que fuera, llevaba su Buda dorado consigo.

Pasaron los años, y siguió llevando el Buda. Estaba orgullosa y obsesionada con su figura resplandeciente de Buda.
La monja fue a vivir a un pequeño templo en el campo, donde había muchos Budas, cada uno en su altar particular.

La monja quería quemar incienso para su Buda dorado pero la idea de que el perfume se extendiese a los otros Budas no le gustaba. Intentó de todo para que sólo su Buda recibiera las ofrendas de su incienso. Llegó a construir una jaula de madera para que el incienso ascendería solo para su estatua. Esto hizo que la nariz del Buda dorado se ennegreciese, haciéndolo particularmente feo.

Así oscurecemos y afeamos nuestra mirada por centrarnos sólo en la propia nariz y el ego. Demasiados fotógrafos no ven más allá de su propia nariz y por ello su obra resulta ser nada más que un monumento inútil a su ego.

Otra nariz no tan célebre y un poco borrada de la historia es la que se cuela en el famoso retrato del Ché elaborado por Korda.

Probablemente es uno de los retratos más reproducidos, todos hemos visto a alguien con playeras o remeras del Ché basadas en esa foto pero nadie vistiendo una prenda con la nariz que se cuela en la foto. Puede ser una idea millonaria o no tanto…

El autor de la fotografía ha explicado que no tenía margen de espacio físico para evitar que la persona se colara en el cuadro final, en las reproducciones del cuarto oscuro se dio la licencia de borrar al sujeto y dejar el retrato como lo vio.

Éste es un ejemplo del azar en la fotografía: un elemento no deseado que le resta belleza al resultado final, pero hay muchos otros donde ese elemento inesperado le da un toque especial a la obra. La casualidad como un elemento más para el autor.

La fotografía química sigue atrayendo personas por esa magia de lo inesperado, pero en digital también hay forma de llamar al azar a contribuir con el resultado.

Estar abierto para recibir lo inesperado, ver más allá de nuestra nariz, de nuestros limites y de lo fijo son lecciones que nos tiene el azar y la fotografía.

Doble exposición en film de 35mm, sin manipulación digital
Doble exposición en film de 35mm, sin manipulación digital
Doble exposición en film de 35mm, sin manipulación digital
Fotografía Digital Infrarroja de larga exposición y doble exposición desde la cámara. Sin manipulación digital, excepto ajustes básicos de contraste.
Fotografía Digital Infrarroja de larga exposición y doble exposición desde la cámara. Sin manipulación digital, excepto ajustes básicos de contraste.
Fotografía Digital Infrarroja de larga exposición y doble exposición desde la cámara. Sin manipulación digital, excepto ajustes básicos de contraste.

Cúmulo de contradicciones. Aprendí a andar en bicicleta a los 23 años. Tengo un burro de mascota. Aficionado al café, las montañas, la naturaleza, la cerveza y la lectura. Hago fotografías cada que puedo.

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