Contra los Fotógrafos(as)
Hablan un idioma que va ganando adeptos pero lo hacen de una manera rebuscada, la cámara se vuelve un muro en vez de puente.
Ven lo que los demás no pueden pero a la vez no ven más allá de sus narices.
Le dan orden a las cosas que no lo tienen, afeando o embelleciendo algo que es ambiguo.
No pueden vivir sin fotografía pero no miran más que su propia obra, no leen lo distinto, no ven lo obvio.
Su peso está en la propia mirada pero no soportan que nadie los vea.
Creen que detienen el tiempo pero en realidad lo esconden.
Son criaturas inestables y apenas desaparecen con el primer rocío de las modas. Se unifican a la masa y desaparecen entre aprobación ajena, los ojos se les cierran.
Admiran para ser admirados, miran para no apagarse.
Se llenan de fotos del mundo y de los otros y el álbum familiar se queda vacío.
No basta la impermanencia de la vida y de las cosas, su arte por las presiones del mercado, la inmediatez, el soporte mismo de su obra y la saturación lo tornan efímero e impermanente.
Rara vez la foto que más les gusta de su obra es la más celebrada.
Apenas su obra se vuelve constante empiezan a organizar workshops y querer ganar dinero tornando a su obra cada vez más inestable.
Se dan todo el tiempo necesario para hacer la fotografía perfecta pero no de escuchar a alguien que piensa y fotografía distinto a ellos(as).
Muchos de ellos pasan más tiempo buscando «la cámara perfecta» que haciendo fotografías.
Confunden el lenguaje (convenciones como la composición, símbolos, reglas, etc) con la mirada.
Forman bandos ridículos para separarse de otros fotógrafos(as) (quiénes usan cierta marca o tipo de cámaras, quién se centra en un «estilo» determinado, si se usa film o sensores digitales).