La cámara miente tanto como la máquina de escribir
Leía en algún blog de fotografía (cuyo nombre no quiero acordarme) que los colores en la fotografía se dividían en un absurdo bifurcado: los colores «exagerados» e «irreales», conforme a su autor, pertenecían al mundo del amateur y/o principiante. Curiosamente el blanco y negro según la entrada no pertenecían a ésta «vergonzosa» clasificación.
La categoría «profesional» incluía todo lo que se acercara a la «realidad». Para la limitada percepción de quién escribió esa entrada, la realidad es aquello que nuestros ojos perciben como «real», si el cielo se ve magenta en una fotografía para él significaría una falta imperdonable a la santísima fotografía y caería irremediablemente en su despreció y en el peor de los infiernos de amateurs y diletantes.
Recordemos que el cielo no es azul por sí mismo, nuestros ojos lo perciben de esa manera por un efecto llamado la «disperción de Rayleigh«:
«Que se refiere a la dispersión selectiva de la luz por partículas cuyo tamaño es menor que un décimo de la longitud de onda de la luz. Ocurre con mayor frecuencia cuando la luz viaja por gases (aunque también sucede con sólidos y líquidos transparentes).
La dispersión de Rayleigh depende en su mayoría de la longitud de onda de la luz; siendo la luz con menor longitud de onda la más dispersa. En la atmósfera baja, las pequeñas moléculas de oxígeno y nitrógeno dispersan la luz de onda corta, como la correspondiente a la luz azul y violeta, en un grado mucho mayor que la luz de onda larga, como el rojo y el amarillo. De hecho, la dispersión de la luz violeta (de 400 nanómetros) es 9.4 veces mayor que la dispersión de la luz roja (de 700 nanómetros).
Si bien las partículas atmosféricas dispersan la luz violeta más que la azul (de 450 nanómetros), el cielo se ve azul porque nuestros ojos son más sensibles a la luz azul y porque parte de la luz violeta es absorbida en la atmósfera superior.
Durante el amanecer o el atardecer, la luz del Sol debe viajar a través de mayor cantidad de la atmósfera para alcanzar los ojos, por lo que incluso más luz azul y violeta es dispersada, permitiendo a los rojos y amarillos entreverse.»
Por lo que si éste individuo viera un cielo magenta pegaría gritos contra su autor por no ser «profesional» y apegarse a la «realidad» pero esa «realidad» está compuesta por más de un espectro, si en la cámara se usara un filtro infrarojo (que separara de los rayos de luz el espectro llamado visible y el ultra violeta y sólo permitiera ver el infrarojo) y el cielo se viera magenta sería una fotografía completamente apegada a lo real.
Si desde siempre vieramos las cosas como serpientes, peces o mosquitos nuestro gracioso individuo lanzaría maldiciones al por mayor cada que viera un cielo azul, ya que dichos seres perciben las cosas con el espectro infrarojo.
La realidad está a disposición del fotógrafo, está en él/ella retratarla «tal cual» (con lo que eso signifique) o servirse de lo aprendido y vivido, normalmente los que hacen lo segundo son los que entregan resultados distintos y dignos de ser presenciados. Como decía Bertolt Brecht: “La cámara miente tanto como la máquina de escribir” o como nos dijeron en la secundaria: Nada se crea, todo se transforma.
No es lo mismo decir «Vine a buscar a mi padre porque se lo prometí a mi madre moribunda» que:
Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en plan de prometerlo todo. «No dejes de ir a visitarlo -me recomendó-. Se llama de otro modo y de este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte.» Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.
Como no es lo mismo servirse de la supuesta realidad para crear algo más bello, algo que esté ahí pero que no todos puedan verlo o sentirlo.
O como lo dejó escrito el célebre pintor Edvard Munch:
“No se pinta
copiando la naturaleza –
Se toma de ella
o se sirve uno de
su rica fuente”