Los ojos bien abiertos
Un discípulo le preguntó a su maestro:
– Maestro ¿cómo alcanzar la iluminación?
– Es muy sencillo, respondió el maestro. Para alcanzarla, es necesario que hagas exactamente lo que haces cada mañana para que el Sol se alce.-
¡¿…?!
Perplejo, el discípulo se rascó el cogote, preguntándose qué podía hacer él para que el Sol se alzara. Tras larga reflexión, llegó a la conclusión de que, en el fondo, no hacía estrictamente nada.
– Pero, entonces, ¿para qué estudiar caligrafía, kárate, kendo, tiro al arco, la jardinería, la preparación de bonsáis, etc, – le preguntó al maestro-, ¿para qué sirve?
– Pues para que, cuando el Sol se alce, tengas realmente los ojos bien abiertos.
Mucha gente cree que un fotógrafo(a) o una fotografía sólo tiene valia desde lo externo, es decir, desde el sistema capitalista (si una fotografía es vendida o si la persona «vive» de ello), si tiene muchos «seguidores» y/o comentarios o si galeristas, curadores, columnistas hablan de su obra.
Se moldea la obra personal hacia los estándares del capital (qué vende, cómo se encuadran las fotografías comerciales, qué me pide el comprador que haga, etc) y se corrompe la visión en la caza absurda de likes en el mundillo virtual.
La mirada se centra cada vez más en lo externo y la voz única se va extinguiendo.
¿Para qué sirve hacer fotografias sino gano dinero con ellas? ¿Si nadie las mira?
Para tener los ojos bien abiertos.