Fotografía

El mal de la mirada acostumbrada o mal del fotógrafo

Cerca de casa hay una peña, que aunque ciertamente tiene una forma fija, en donde generaciones de personas han visto, ignorado y admirado esa forma fija, tupida de árboles y su curioso circulo en la punta despoblado de vegetación. Con el pasar de los días, el sol y las estaciones esa forma fija cambia y aunque uno hiciera el mismo encuadre las fotografías resultantes serían muy distintas entre sí.

La lluvia cae, los pájaros migran, las nubes van y vienen cambiando de forma, el sol y su trajín cambia los colores, la sequía vuelve doradas las cosas y la lluvia un tono de verde esperanza.

Pero al verla todos los días al salir con la cámara al cuello y la mirada «atenta», mi cerebro, ese adicto a la novedad, parece no darle mucha importancia. Perdiéndose muchas veces de algo digno de atención por buscarlo en otro lado.

Al pensar en esa falla de atención en mi mirada recordé la supuesta historia contada a Andre Gide por Oscar Wilde, la cual cito a continuación:

«Había una vez un hombre a quien amaban porque contaba historias. Todas las mañanas salía de su aldea, y cuando volvía al atardecer, los trabajadores, cansados de haber trajinado todo el día, se agruparon junto a él y le decían: —¡Vamos! Cuéntanos qué has visto hoy.

Y él contaba:

—He visto en el bosque un fauno que tañía la flauta y hacía bailar una ronda de pequeños silfos.

—Cuéntanos más ¿Qué has visto? —decían los hombres.

—Cuando llegué a la orilla del mar vi tres sirenas, al borde de las olas, que con un peine de oro peinaban sus cabellos verdes.

Y los hombres lo amaban, porque les contaba historias.

Una mañana dejó su aldea como todas las mañanas; pero cuando llegó a la orilla del mar, he aquí que vio tres sirenas, tres sirenas al borde de las olas, que peinaban con un peine de oro sus cabellos verdes. Y continuando su paseo, cuando llegó al bosque vio un fauno que tañía la flauta a una ronda de silfos.
Ese atardecer, cuando volvió a su aldea y le dieron, como las otras noches:


—¡Vamos! Cuenta, ¿qué has visto?
Él contestó:
—No he visto nada.

Como creadores de imágenes (o historias) debemos tener cuidado con esa autocensura en el acto creativo, cuando hasta a veces un fauno tocando una flauta para unos silfos pierde la novedad hay que volver a mirar.

Cúmulo de contradicciones. Aprendí a andar en bicicleta a los 23 años. Tengo un burro de mascota. Aficionado al café, las montañas, la naturaleza, la cerveza y la lectura. Hago fotografías cada que puedo.

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