Fotografía,  recomendaciones literarias

Sacerdotes de lo invisible

Hay creencias, formas de actuar y de pensar, modos de ver y demás molduras que se añaden a nuestra idiosincrasia vía la cultura, el país, comunidad y hogar que tenemos y que a veces no cuestionamos.

Por mucho tiempo tanto en éste espacio como en conversaciones creía fielmente en que la fotografía era una forma de «contar historias». Lo repetía como un mantra hasta que me di cuenta de que era como esa canción de fuera que se adhiere a tu cabeza por días. No la escucharía ni la cantaría por mi mismo, simplemente se pega por estar en todos lados.

Ahora lo veo más como algo más amplio (y por lo tanto ambiguo): como una especie de poema. Con sus propias reglas y excepciones. En el rectángulo de la foto final existen casi infinitas posibilidades como en un tablero de ajedrez. Un rectángulo no cambia más que en la dimensión, pero un juego en un tablero y una fotografía siempre cambian.

Las fotografías no alcanzan a «contar una historia» en su totalidad. Son un asomo a la subjetividad de su autor, una llama breve pero que alcanza a iluminar. Están emparentadas lamentablemente con su opresor: el pie de foto, la explicación, la limitación.

El esbozo, la revelación que le da al lector de la foto no cuenta lo suficiente. Las llamas incendian distinto a todos los materiales y a algunos ni los transforma.

Habrá quien se esfuerce tanto por imitar lo existente que casi lo logre, pero ellos son copistas y no artistas.

Los novelistas, los ponentes, los conversantes cuentan historias que pueden existir o no (ahí no hay tanta exigencia de «retratar lo real»). Los poetas en cambio buscan otros modos de expresión, palabras que resuenan por su simpleza y efectividad. Una novela o una historia puede tardar 30 páginas o 30 minutos en empezar a gustar, un poema se termina de digerir mucho más rápido.

Wallace Stevens define a la poesía (o al poema) como naturaleza creada por el poeta. Y al poeta como sacerdote de lo invisible.

El sacerdote en los absurdos de la iglesia es un intermediario entre lo divino y lo mundano, entre Dios y la humanidad. Difunde la supuesta palabra sagrada y guía los ritos que nos llevarán a la «salvación».

El fotógrafo en los absurdos de mi pensamiento es un intermediario entre lo real y lo imaginario, entre lo que existe y el artificio. Difunde hechos pero también lo que para él o ella es importante. Crea sus propios ritos, su propia voz y mirada para salvarse de la mundana existencia. Extrae lo invisible de lo existente.

Un poema no necesita tener un significado y, como muchas de las cosas de la naturaleza, a menudo lo tiene.
A la larga la verdad no debe importar.
La poesía descubre la relación de los hombres con los hechos.”

(doble exposición en film de 35mm. Sin manipulación digital)

Si se quiere persistir en el absurdo de retratar con absoluta perfección la realidad se dispone de las máquinas, para descubrir y mostrar la relación de los humanos con los hechos está el arte y la fotografía.

El fotoperiodista con su hambre de «verdad» se ciega y se cierne por su cultura, sus valores, por la linea editorial, por el estilo, por el formato y por muchos filtros que empequeñecen u oscurecen la supuesta verdad.

El artista con su hambre de más, embellece lo mundano (por su cultura, valores, estilo, etc) da nuevas formas a lo establecido, presenta nuevas formas de pensar y sentir un hecho, objeto o ser vivo. Lo invariable lo cambia de forma, se cuestiona y pone en foco lo que otros no pueden o quieren ver.

“No se puede perder el tiempo en ser moderno cuando hay tantas cosas importantes que ser.
El mundo del poeta depende del mundo que ha contemplado.
La imaginación aplicada a la totalidad del mundo es insípida en comparación con la imaginación aplicada al detalle.”

(doble exposición en film de 35mm. Sin manipulación digital)

No se puede perder el tiempo en la caza de modas y likes, la obra fotográfica no depende sólo del «instante decisivo» sino de lo que somos y consumimos. No podemos retratarlo todo, sólo lo nuestro.

Yo sé de nobles acentos,
y lúcidos, inevitables ritmos:
pero sé, también,
que el mirlo está implicado
en lo que no sé.

Fotografía infrarroja sin manipulación digital

Ponerle nombre al mirlo no es conocer al mirlo. La impotencia de un ambientalista al ver cómo le disparan no es tal para el cazador que lo hace por «divertimento». Soy yo y mis circunstancias como lo decía Ortega y Gasset pero también soy lo que sé y lo que ignoro. Todo se impregna en lo que hago.

Las casas están frecuentadas
por blancas camisas de dormir.
Ninguna de ellas es verde,
o púrpura con anillos verdes,
o verdes con anillos amarillos,
o amarilla con anillos azules.
Ninguna de ellas es singular,
con escarpines de lazo
y cintos de abalorios.
La gente no irá a soñar
con mandriles y caracolas.
Sólo, aquí y allá, un viejo marinero
borracho y dormido con sus botas,
caza tigres
en rojo clima

Fotografía Infrarroja sin manipulación digital

Homologarse con las modas (cuál es la cámara más trendy, cuál es el nuevo lente, el nuevo preset, qué lugar no ha sido «visto» desde un drone, cuál es la tendencia en Instagram by Facebook ©, etc) es perder paulatinamente nuestra propia voz, ver lo que todos ven.
Centrar nuestra mirada en pantallas en vez del rojo clima equivale a cegarse, hay una linea delgadísima entre inspirarse en las redes sociales y perderse en la nada. Mirar todo es equivalente a mirar nada.

Entre veinte nevados montes
lo único móvil
era el ojo del mirlo.”

(doble exposición en film de 35mm. Sin manipulación digital)

Entre todas las modas, toda la gente que hace fotografías, lo único distinto es tu propia visión.

Es muy extraño que muy pocos reseñistas se den cuenta que uno escribe poesía porque uno desea hacerlo. La mayoría piensa que uno escribe poesía para imitar a Mallarmé o para sumarse a esta o aquella escuela. Es muy posible tener una idea del mundo que provoca una necesidad que nada puede satisfacer salvo la poesía y esto nada tiene que ver con otros poetas o con ninguna otra cosa

(doble exposición en film de 35mm. Sin manipulación digital)

Hay un menosprecio total por lo que no genera dinero: quien hace fotografías sólo por hacerlas es «menos» que quien cobra por ellas. La foto por gusto puede ser única y la que se genera remuneradamente puede ser igual a millones (y viceversa). El valor no lo da si hay billetes de por medio o no.
Hay gente que hace fotografías por ganar dinero y hay gente que lo hace por disfrute, pero en tiempos donde el capital impera es muy importante decirlo: No todos nuestros talentos tienen que ser remunerados económicamente, hay muchas ganancias de por medio en el mero hecho de hacerlas.

(doble exposición en film de 35mm. Sin manipulación digital)

Todas las citas anteriores son del libro «Domingo a la mañana y otros poemas» de Wallace Stevens a excepción de la última que corresponde al libro «Carta a un amigo» del mismo autor.

Cúmulo de contradicciones. Aprendí a andar en bicicleta a los 23 años. Tengo un burro de mascota. Aficionado al café, las montañas, la naturaleza, la cerveza y la lectura. Hago fotografías cada que puedo.

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